Los tres pajaritos sabios
© Andrés Díaz Marrero

tres pajaritos sabios

Tres pajaritos vivían en el monte. Los tres eran hermanos. Tinita era la mayor, luego le seguía Perlita y después Tilín, el hermano menor. Tinita, aprendía mirando. Perlita, aprendía escuchando; y Tilín aprendía siguiendo los consejos de sus hermanas.

Tinita, quien aprendía mirando, había memorizado las diferentes partes del bosque. Conocía la distancia que había entre cada arbusto y cada árbol y los huecos que estos tenían. Perlita, la que aprendía escuchando, siempre estaba atenta al más mínimo sonido que ocurriese en el monte. Los ojos de Tinita y los oídos de Perlita eran recursos indispensables para la protección de los tres ante cualquier peligro.

Cierto día Tinita, Perlita y Tilín se encontraban en la rama de un árbol conversando. Tinita le recordaba a Tilín, su hermanito menor, lo que la mamá de ellos les había advertido sobre el guaraguao.

-Debemos estar siempre alerta en todo momento. Cuando estemos en el suelo buscando gusanitos o picando granitos para comer, hay que estar alerta. Hay que mirar hacia todos lados mientras picamos los granitos.
-Y tener los oídos bien abiertos para escuchar cualquier ruido que represente peligro. Hay que estar listos para arrancar vuelo en caso de emergencia. Sobre todo debemos temerle al guaraguao. Recuerda que el guaraguao es un pájaro grande que le gusta comerse a los pajaritos pequeños. -añadió Perlita. Tilín asintió con la cabeza.

Tinita retomó la palabra: -Recuerda, picas y miras. Cada vez que picas debes...

guaraguao


De pronto, Perlita interrumpió a su hermana haciendo la señal de silencio con la punta de su ala en el pico. Tilín y Perlita se quedaron quietos. Perlita había escuchado un ruido sospechoso. Todos callaron, y segundos después escucharon claramente un fuertes batir de alas. Tinita, que por su parte, ya había observado la sombra del guaraguao, moviendo su pico en señal de peligro chilló fuertemente un -¡todos abajo!, -acompañado de una invitación a que la siguieran.
-¡Pronto!, a escondernos en el hueco del árbol de quenepa. Los demás la siguieron.

Tinita conocía que el árbol de quenepa tenía un hueco que permitía el paso sólo a pajaritos pequeños. El guaraguao era demasiado grande para penetrar en el hueco, por lo que estarían a salvo. Dicho y hecho. Los tres volaron a esconderse en el hueco del árbol de quenepa. El guaraguao lleno de coraje al ver que su comida se le escapabas volaba en círculos alrededor del árbol de quenepa lanzando graznidos desesperados en el aire.

Una vez a salvo, los tres pajaritos sabios continuaron la conversación que habían interrumpido. Allí hablaron de la importancia de aprender a observar y a escuchar, también hablaron de cómo los hermanos pequeños deben seguir los consejos sabios de los mayores. Gracia a la sabiduría de los tres pajaritos , todos se salvaron.
¿Y el guaraguao?

¡Tuvo que irse a buscar comida a otro lado!

quenepa




©Andrés Díaz Marrero
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