El Cuento de las
Buenas Noches
(Dedicado a la escritora puertorriqueña, Isabelita
Freire)
Andrés Díaz Marrero
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Cierto día, los vecinos,
decidieron consultar su problema con doña Esperanza;
quien vivía al otro lado de las montañas.
Ella, al contrario de sus vecinos, a la llegada de cada
noche, dormía con placidez. Aunque, a decir verdad,
no sabía cómo lo lograba; ni podía
explicarlo. doña Esperanza tenía fama de ser
la abuela más sabia de aquella región. Ya que,
había adquirido su sabiduría del mucho tiempo
que había vivido, de los buenos libros que
leía y del contacto directo con la naturaleza. Ella
se pasaba estudiando la vida de los pájaros, las
costumbres de los animales y el uso de las plantas
medicinales para conservar la salud. Luego de haber
escuchado la preocupación de sus amigos, como no
sabía la respuesta se propuso encontrarla. Por tres
noches consecutivas se retiró al campo. Allí
en la tranquilidad y recogimiento que éste
ofrecía, estuvo observando a los animales para ver
como pasaban las noches sin aburrirse. Descubrió que
cuando éstos iban a descansar buscaban un lugar
cómodo, se echaban en él y cerraban los
párpados. De esta forma pasaban la noche con una
dulce serenidad. |
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-Pon tus manos debajo mis alas,
cuando las agite, recibirás en ellas el polen de los
ensueños y de la fantasía. Lo he recolectado
de las flores que en las noches se bañan con el polvo
de las estrellas y se perfuman con la fragancia de los rayos
plateados de la luna. Úntaselo en los párpados
a tus amigos y los verás soñar...
-¡Soñar! -suspiró La abuela entusiasmada,
a lo que el cocuyo añadió -Soñar es la
magia de la vida. Es ver hacia adentro de uno mismo, dejando
que la imaginación recorra libremente cada
célula de nuestro cuerpo. Es dejar libre a la
fantasía para que nos alegre el corazón. El
cocuyo hizo vibrar sus alas; y la abuela recogió en
sus manos el polen de la fantasía y el
ensueño. -Gracias por tan hermoso regalo. Se lo
llevaré enseguida a mis amigos. -El cocuyo
apagó y encendió su lucecita varias veces en
señal de agrado, y se marchó. Y fue
así, como los habitantes de aquel lugar conocieron el
sueño. Desde entonces, los niños sueñan
con caminos de estrellas y con mundos nuevos de aventuras.
Los mayores sueñan con el amor, la alegría y
la paz. Doña Esperanza también sueña;
trabaja y sueña, estudia y sueña. Sus vecinos
la llaman Poeta, porque a diario está buscando la
forma de convertir esos hermosos sueños en
realidad. |
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